Escribí
esto con la intención de aportar mi pensamiento a la discusión de ciertos actos
políticos realizados dentro de ámbito cultural, escribí lo que sigue esperando
que algunos de los políticos sean capaces de leerlo sin tomar estas palabras
como cuestionamientos personales sino como un aporte.
Hace un tiempo el blog era un lugar donde
poner ideas, pensamientos y hasta establecer discusiones estéticas, políticas,
etc. Algunas de estas cuestiones se fueron trasladando al Facebook y más
recientemente al Twitter. La profundidad de un pensamiento, de un texto
elaborado fue perdiendo peso ante la velocidad de la frase, ante la rapidez de
una respuesta y el ingenio convertido en síntesis.
Hace un tiempo hasta me gustaba escribir
de política en este espacio y terminaba en eterna discusiones con lectores
anónimos que al escudarse en el infinito espacio de la web podían hablar con total
impunidad. Al llevar esas mismas discusiones al Facebook o al tuit, el debate
es más franco, ya que la identidad en esos espacios es más sincera. Entonces
pierdo profundidad pero gano en el debate franco, cara a cara, pero en donde no
puedo exponer con tanta claridad lo que pienso.
Pero vuelvo al blog con mis ideas que
solo pueden explayarse aquí o en el papel impreso, que creo que sigue siendo un
soporte necesario.
Ayer sucedió algo muy extraño, por
momentos patético y por otros gracioso.
Por la tarde vi una foto que publicó mi amigo César Debernardi (Coki) en
donde los concejales de Rosario le otorgaban la distinción de visitantes
ilustres de la ciudad a la banda No Te Va Gustar. Debajo de esa foto había más
de una veintena de comentarios haciendo referencia a cierto oportunismo, a la
necesidad de otorgar esas distinciones y muchas ironías que no dejaban bien
parados a los ediles. Nadie cuestionaba a la banda uruguaya. Lo que aparecía
era indignación. El que publicó la foto es un músico con una larga e importante
trayectoria en esta ciudad y el país y algunos de los que comentaban también
eran músicos. Pero no creo que a ninguno se les hubiera ocurrido estar en el
lugar de NTVG, pero si es posible que muchos de ellos, como muchos de sus
seguidores, que también publicaron comentarios, hayan sentido que los políticos
que estaban ahí habían trabajado más para la foto que para pensar en la
gestación de políticas culturales. Aclaro que yo no creo que esto sea así, pero
lamentablemente son las cosas que se piensan cuando no hay demasiada claridad
en las acciones. No tengo dudas sobre las intenciones de Norma López o María
Eugenia Schmuck las dos concejales que junto a Jorge Boasso figuran en la foto.
Ellas dos son militantes de muchos años y que creen en lo que llevan adelante
aunque tengan visiones diferentes de la construcción política. Sin embargo
Boasso es otra clase de político. Y justamente al verlo en esa situación, hice
un comentario en tuiter en donde lo comparé con Mauricio Macri, eso provocó una
catarata de tuits por parte del concejal al que decidí tomarlo para la joda y
que concluyó cuando perdió los estribos, me trató de boludo y me bloqueó de su
cuenta. ¿No era demasiado por una pavada? Un tipo que debe trabajar en la
política de la ciudad se tomó media tarde en responder mis comentarios que solo
fueron la visión de una persona (en todo caso un artista de la ciudad) que como
tantos pueden estar en una vereda diferente en la que está parado él. Pero la
discusión no importaría demasiado si no hablara del estado de las cosas en el
mundo de las políticas culturales y de que estas funcionan a caballo de lo que
sucede o se cree que sucede en el ámbito cultural o artístico. En la legislatura porteña el 70 % de los
proyectos que se tratan están relacionados con declaraciones de personalidad de
la cultura a personajes que van desde Lady Gaga hasta la Tota Santillan pasando
por Kiss. En el Concejo rosarino reconocieron a
una banda de rock uruguaya pero no por su música, sino por ser una banda
comprometida con temas importantes. Ahora digo, salvo a Bono o a León Gieco, a
los artistas se los reconoce por su arte y por la calidad de su arte. Podrían
haber reconocido a NTVG por sus condiciones artísticas y no por lo que se
supone que sus canciones dicen. Aunque si de uruguayos se trata deberían
reconocer a Jorge Drexler, Martín Buscaglia , Ana Prada o tantos uruguayos que
caen por aquí todos loa años. ¿Alguna vez le dieron un reconocimiento a los
Fattorusso que han venido a Rosario una infinidad de veces? Si fuera por el
reconocimiento artístico no sé si Coki, los Vándalos, Vudú o Cielo Razzo
algunas vez fueron condecorados. Quizás si y no me enteré. Pero tampoco es esto
lo importante. Lo importante es que este tipo de acciones hechas de esta manera
terminan banalizando el mismo acto. Porque se distingue a un artista pero no
por su condición de artista y se deja de lado a artistas (visitantes o no) que
cuando se les ocurra premiarlos ya será demasiado tarde o realmente a ninguno
le importará ser distinguido. Hago una digresión, los chicos de NTVG dejaron
tirado en el camarín el cuadro y las distinciones de los concejales. Es decir:
les importó un carajo.
El mayor problema es la desconexión entre
las políticas culturales generadas desde ámbitos legislativos y los propios
protagonistas del hecho cultural. Cuando sale el proyecto de la Comedia Rosarina
los toma por sorpresa a los concejales que no tienen más remedio que sumarse ya
que surge a partir del impulso de los propios creadores. Y en caso inverso
podría mencionar un proyecto de los legisladores provinciales en donde quieren
promocionar la actividad cinematográfica, pero lo elaboran si consultar a los
principales productores de la región y sin saber cuales son los antecedentes
que hay en otras provincias (como la de Buenos Aires) acerca de desgravación
impositiva al sector y etc.
Creo en la política y creo en los
políticos, como creo también en el proyecto nacional que está conduciendo este
país, pero esto no me priva de hacer críticas a ciertos usos de la política. Y
es en el espacio de la cultura en donde la política históricamente ha hecho
agua, porque se ha confundido muchas veces el ámbito del espectáculo con el de
la producción cultural. Son dos espacios que se cruzan pero que no
siempre son lo mismo. Y probablemente el mayor cuestionamiento que le puedo
hacer a los políticos es la carencia de un proyecto cultural que vaya más allá
del corto o mediano plazo. Y de la misma manera en que en la construcción de la
política económica hay economistas o en la planificación de las políticas de
salud hay médicos, en la elaboración de las políticas culturales deben
participar activamente la gente de la cultura y los artistas, pero sin
sectarismos. La política cultural naturalmente debería ser inclusiva porque los
hechos culturales o el nacimiento de un artista u obra no se pueden imponer
desde el poder sino que surgen del diálogo y la aceptación de la
gente. El artista necesita de políticas culturales que le ayuden a vivir de su
arte, como el político muchas necesita del artista para ser legitimado.
Los concejales, como los diputados y los
senadores necesitan tener la visibilidad que los políticos que gestionan tienen
a diario. Por eso a veces encontramos a los legisladores farandulizándose en
pos de que la gente sepa de su trabajo y
el ámbito de la cultura es el ideal. Pero a los artistas no se los compra ni se
los convence fácilmente. El artista se presta sinceramente ante el político o
el funcionario que le genere confianza de manera natural. Los artistas se
acercan a Cristina pero no lo hacen con Macri. Y esto habla de algunas
cuestiones bastante claras. La gente de la cultura de esta ciudad no tiene
problemas en acercarse a Horacio Ríos, un tipo que ha abierto el juego a muchos
artistas en Rosario, pero no creo que se quieran sacar una foto al lado de
Boasso. Y eso habla de la política y de los políticos. Por lo que creo que
Boasso en lugar de bloquearme y enfurecerse por la comparación que hago de él y
Macri, debería pensar lo que expresan sus políticas o sus pensamientos pol íticos. En realidad habría que hacer memoria y recordar en
cuantos recitales, obras de teatro o películas locales hemos visto a los
concejales de nuestra ciudad o a los diputados de nuestra provincia. Cuando se
declaró la Comedia Rosarina un ilustre concejal confundió una obra clásica a la
que le asignó un autor que no correspondía, sin que ningún asesor se diera
cuenta de las barbaridades que había dicho. Quizás tampoco la prensa atendió a
este furcio. ¿Por qué suceden estas cosas? Porque desde la política la cultura
forma parte del maquillaje y no de lo sustancial. Decir una barbaridad en un
acto cultural no tiene la misma incidencia que hacerlo frente a la inauguración
de una empresa. No es lo mismo la ausencia de uno de estos políticos en el
estreno de un hecho artístico que en una inauguración en la Bolsa de Comercio. Vuelvo a repetir, creo en los políticos, creo
en la política y en la discusión política que no debe estar encerrada en los
pasillos de los partidos, ni en los despachos de los legisladores. Para
algunos, los artistas que aparecen en los suplementos de espectáculos no tienen
entidad para debatir, pero los sesudos que aparecen en las columnas de opinión
tienen la entidad intelectual de la que carecen los otros. Grave error. Estar
lejos de la cultura también es estar lejos del pueblo. El pueblo –en todo su
abanico de singularidades- consume cultura. El pueblo –en el sentido más
amplio- reconoce a sus músicos, a sus poetas, a su actores, los reconoce con el
aplauso, comprando un disco o leyendo un libro. Los concejales, los
legisladores representan al pueblo, los concejales, los legisladores son el
pueblo. Es hora de que las cosas empiecen a estar en su justo lugar.
Gustavo Postiglione
No hay comentarios.:
Publicar un comentario