jueves, 23 de abril de 2009

a un mes

Los días pasan rápido. O ahora, en esta etapa de mi vida me parece que el tiempo fluye de una manera diferente ¿o es mi apreciación del tiempo en relación a lo vivido? no sé, pero pareciera que terminé de filmar Días de Mayo hace muy poco, y es cierto, el rodaje finalizó en agosto y dentro de un mes se estrena, las cosas se vienen encima y cuando terminamos de procesar todo, ya pasó. Está bien que así sea, pero por momento da un poco de temor.

martes, 7 de abril de 2009

LA AUSENCIA Y EL CINE ARGENTINO

El problema del cine argentino es la ausencia.
Hace unos años un conocido conductor “rebelde” de radio propuso contratar directores de cine de Estados Unidos para que vengan a dirigir las películas argentinas y de esa manera hacer buenos films y que a su vez puedan ser consumidos por el público. Una ironía que posiblemente pueda entusiasmar a más de uno. Podríamos agregar que para aquellos paladares más exquisitos y cinéfilos habría que contratar a algunos franceses, taiwaneses, coreanos y algún iraní y de esa manera solucionaríamos completamente el problema del nuestro cine.
Recordé la ocurrencia de este personaje mediático cuando comienzo a leer como todos los años para la misma fecha una serie de discusiones que se canalizan en la web alrededor de los resultados del BAFICI. Para quien no lo sabe el BAFICI es el Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente. Aunque debería ser el FICIBA (Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires) pero las siglas planteadas como en el idioma inglés lo colocan un lugar diferente casi como si no fuera argentino. Lo particular de estos fervorosos debates que se dan en el ciberespacio es que terminan siendo una discusión ombliguista acerca de los nuevos parámetros, nuevos paradigmas o direcciones hacia donde debe ir nuestro cine. Aunque la palabra “nuestro” no creo que sea la más acertada ya que el cine en discusión es un cine que se alimenta a sí mismo y a sus acólitos pero que no representa a la totalidad, no sólo de lo que mal podríamos llamar cine nacional, sino de la totalidad de temas y estéticas que conviven o podrían convivir dentro del universo “cine argentino”. Y más allá del análisis particular de cada una de esas películas el problema o el error que surge de esos análisis es la tendencia a generalizar y a establecer verdades desde algo tan difícil de comprobar como el aparente surgimiento de nuevas corrientes o tendencias esbozadas en un pequeño grupo de películas. Año a año el grupo se modifica pero se sigue asegurando que de ellos saldrá el nuevo cine. La llegada de lo nuevo siempre parece una obsesión, casi como una cuestión religiosa: la llegada del Mesías y las revelaciones que nos harán mejores espectadores, mejores realizadores, mejores críticos. Y aquí está la gravedad del asunto, ya que al asegurar que esos films marcan o marcarán la senda a seguir se corre el riesgo de crear monstruos que se creerán genios durante un año, hasta el próximo festival en que verán como su trono se cae y su reinado es reemplazado por un nuevo descubrimiento. La hipocresía que siempre está a la orden del día. También he leído por ahí que a estos nuevos nuevos directores se los acusa de snobs, chetos, conchetos, burgueses, nenes de papa, etc. Hay que aceptar, mal que nos pese que la condición social de la mayoría de los directores de cine –que pueden producir con continuidad- es bastante cómoda y “burguesa”. Muchos de estos directores completaron sus estudios en los 90 pagando cientos de dólares por mes para estudiar, pudiendo producir con todos “los fierros” y “medios” que les hicieran falta ya sea para sus cortos como para sus primeros largos, los que los posicionó en un lugar de privilegio entre sus colegas. Pero esto en sí mismo no es ni bueno ni malo. Lo bueno o lo malo –si valen los términos- son las películas y lo que contienen las películas (en el sentido más amplio).
Y aquí otra vez la pregunta: ¿Se puede hablar de paradigmas cuándo gran parte de las problemáticas, de las contradicciones, de las estéticas, de los discursos, de los espacios, de los personajes, de los pliegues y de las entrañas de este país quedan afuera de esos film paradigmáticos? Se puede ser cheto o niño bien y meter las manos en el barro como se puede ser un marginal y narrar con precisión las contradicciones de la burguesía. El problema mayor es lo que nos sigue quedando afuera. Lo nuevo siempre es parte de lo mismo. Películas –seguramente notables- que hablan de lo que sus realizadores conocen, que por lo general –y por las sinopsis que se pueden leer- giran alrededor de un mundo muy particular y propio, pero que es el mismo de película en película –con algunas variaciones supongo. Aplaudo esas películas, aunque puedan o no ser de mi agrado, son films que evidentemente reflejan un mundo que quiere ser retratado y quiere ser escuchado. Pero el problema del cine argentino es la ausencia, lo que no está porque excede la mirada de esos directores. O me atrevo a decir lo que está pero no está tal vez en el BAFICI y sí existe más allá del Abasto. Hay miles de estudiantes de cine en el país, un país extenso que respira culturas tan diferentes que rara vez podrán ser reflejadas en un hipotético cine nacional. La multiplicidad de miradas es algo utópico pero la mirada única y ombliguista es inaceptable. Ante esta situación la propuesta del conductor de radio de contratar directores yanquis no es descabellada. Pensemos que el cine de Estados Unidos se caracteriza por su diversidad cultural dentro de una homogeneidad estética, pero si contratamos también a los coreanos, los franceses y los taiwaneses, conseguiríamos la variedad en los relatos y lo estético. Entonces no es descabellado pensar en el internacionalismo cinematográfico.
(continuará)