viernes, 30 de abril de 2010

be bop

127 Chorus

Nobody knows the other siide
of my house
My corner where I was born,
dusty guitars
Of my tired little street where
with little feet
I beetled and I wheedled
whit my sisters
And waited for afternoon sun fall
call a kids

And ma to bring me back
to supper mainline
Hum washing line tortillas
and beans
That honey Pure land
of Mominu
Where I lived a myriad
kotis of millions
Of incalculable
be aeons ago
When white while joyous
was also
Center of lake of light

Jack Kerouac (México City Blues)


sábado, 24 de abril de 2010

Chicago - final del viaje





Fueron pocos días en Chicago, los suficientes para conocer la dimensión de una ciudad a la que espero volver en algún momento.
En la última proyección hubo más gente y más debate, hasta se habló o hablé de política debido a una pregunta que hizo referencia a las heridas no saldadas de América Latina y las revoluciones inconclusas. En mi respuesta hice un comentario sobre las políticas neo liberales que los Estados Unidos habían diseñado para aplicar sistemáticamente sobre América Latina y al decir esto, un señor que parecía muy cinéfilo y hasta conocedor de Godard, partió raudamente. Esa noche fuimos a un bar a escuchar algo de jazz mezclado con bossa nova y un toque de blues. Pero el blues de Chicago lo escuché la primera noche cuando fuimos al Buddy Guy Legends. Buddy Guy es de los últimos bluseros que todavía anda tocando por ahí. Esa noche vi una jam session de blues con algo soul y rock. El escenario estaba rodeado de mesas con poca gente y parroquianos jugando al pool. El lugar remitía a muchas películas o a algún relato de Sam Shepard, una buena locación para una historia de realismo sucio.
Al otro día me compre México City Blues de Jack Kerouac, libro que había perdido o prestado
y era una buena ocasión para recuparalo. La poesía hay que leerla en su lengua original. La tevé no la llego a entender por más que la deje encendida toda la noche. Y fue la televisión la que me despertó una madrugada y durante unos largos minutos no supe donde estaba ni qué hacía allí. Sensación angustiante en donde por un tiempo perdí la nocion de percepción de la realidad. Es lo que llaman jet lag y me pasa en cada largo viaje que hago.
Todos los días partía uno de los invitados y llegaban otros. El último día me encontré con un viejo amigo: Juan Carlos Cremata, un cubano a quien conocí hace más de veinte años en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, cuando lo dos empezábamos a recorrer el camino del cine. En aquél momento era el "enfant terrible" del cine cubano, la mejor promesa del cine de la isla. Y de alguna manera lo consiguió, hoy es uno de los directores cubanos más conocidos fuera de su país. Un tipo muy particular, un ovni que filma (y hace teatro) con total libertad y recorre el mundo (ahora con su madre también directora) como un bont vivant, sabiendo perfectamente que trabaja de personaje exótico. Sus películas han estado desde Cannes hasta el festival más pequeño del planeta y yo hacía unos cuantos años que no lo veía. De repente pasaron dos décadas delante mío en pocos minutos.
El viaje de regreso siempre es más largo, pero esta vez dormí un poco más. La escala en Dallas fue más corta. El día estaba soleado, quizás igual al día que mataron a Kennedy a pocos kiómetros o cuadras de allí. En el aeropuerto texano venden una postal con la foto de JFK en el automóvil poco antes de que lo balearan. Extraño ¿no? aunque estos yanquis venden cualquier cosa.
Ya estoy en casa y espero que el jet lag no me ataque en Rosario.





jueves, 22 de abril de 2010

diaio de viaje - Chicago IV





Hoy es la segunda función de Dïas de Mayo aquí en Chicago. La primera proyección fue buena, como lo son -por lo general- los encuentros con el público en este tipo de festivales. El Festival Latino de Chicago es un evento tranquilo, sin histerias, amigable, lo que permite que uno pueda recorrer la ciudad y disfrutar el lugar sin la locura que suponen otro tipo de Festivales.
Mañana ya me subo al avión de regreso para tener cerca de 30 horas para llegar a destino.
Acaba de sonar la alarma de incendio en el hotel. Fuí yo con la tostadora que tengo en mi habitación, calculé mal el tiempo de cocción de mi -ahora quemada- tostada y una nube de humo llegó hasta el detector de incendios.

lunes, 19 de abril de 2010

Diario de viaje - Chicago

Ezeiza es un caos, la nube de Islandia que cubre Europa retrasó todos los vuelos que van hacia el viejo mundo. La cola de gente es inmensa. El avión está lleno pero por suerte consigo pasillo, es menos traumático. En primera clase creo ver a un cantautor de pop rock, pero básicamente melódico, con una remera de Led Zeppelin. Tipo petiso, con panza prominente, gorrita, barba casi candado y entiendo que mal vestido como gran parte de los poprockeros que han pasado hace un tiempo los 40 años.

On flight, llegando a Dallas, con retraso.
Estuve aquí, en este mismo aeropuerto, hace 18 años, camino a un festival de cine latino en San Antonio, Texas, cuando Ginobili no tendría más de once o doce años.

Pero ahora voy hacia otro festival, latino también, pero en Chicago.

Los aviones me resultan cada vez más incómodos, no sé si antes (podríamos llamar en mi primera juventud) el hecho de subirme a un artefacto de estos me provocaba una felicidad que me hacía olvidar de las contracturas ocasionadas por estos asientos más pequeños que los de un ómnibus de media distancia. Pero puede ser que con el correr del tiempo (y habiendo entrado en la recta final de mi segunda juventud) y debido a querer reducir los costos, las compañías aéreas hayan aumentado el número de asientos en sus aviones condenando a las personas de piernas largas (como yo) a un calvario que oscila entre las 10 y las 14 horas de vuelo (de acuerdo al destino).

En Dallas pierdo la conexión con Chicago, ya que el avión llega tarde y hay que sacarse, zapatillas y cinturones para poder pasar el control de seguridad. Yo tengo que volver a pasar todas mis pertenencias ya que la netbook la había dejado dentro de un bolso, me olvidé que ese tipo de equipos debe ser pasado de manera individual.

El aeropuerto de Dallas es uno de los más grandes del mundo. Una especie de tren bala me lleva hasta la puerta en donde vuelvo a embarcar ahora sí hacia Chicago. En el camino lo volví a ver al músico de canciones melódicas populares, se me ocurre que debe haber ido camino a Los Angeles, si no me equivoco su apellido es Lerner.

No conozco Chicago y creo que el mayor atractivo de este viaje es conocer la ciudad, más allá del Festival. El cine es una buena excula para llegar a lugares que por mis propios medios no lo haría o no lo podría hacer. Tal vez el cine siempre sea una excusa para los cineastas. Atrás de las películas siempre se esconden muchos deseos, pero que solamente son posibles de concretar con la existencia de un film.

Si Rosario es la Chicago argentina, Chicago ¿será la Rosario de Estados Unidos?

Después de 26 horas (desde que salí de mi casa) llego a destino. Un flaco del festival me está esperando y partimos en su camioneta por una autopista hacia el hotel.

Media hora después estoy comiendo en un restaurante peruano junto a la multiétnica concurrencia latina.

A las 18:15, en apenas un par de horas presentaré Días de Mayo.