lunes, 19 de marzo de 2012

DIARIO DE VIAJE NY (2)

DIARIO DE VIAJE NY Estoy desayunando en la Séptima Avenida y la 36 oeste. Desde el primer piso de este bar al paso, tengo una visión panorámica de esta calle que desde que llegué la camino en ambas direcciones. Las calles de los hoteles en donde uno se aloja siempre son las más transitadas, es obvio: se sale y se llega al hotel todos los días y a veces en más de una oportunidad en el lapso de horas. Mi primer noche en NY terminó en el Blue Note, uno de los clubes de jazz más conocidos del planeta. Tocaba un tal Palmieri (al que no conocía) con un estilo de jazz con aires cubanos que me hizo acordar a Gonzalo Rubalcaba, Chucho Valdes y el lejendario Irakere. Se puede caminar por Manhattan y recorrerla en gran parte si uno tiene paciencia y se detiene cada tanto en un bar para tomar un café o una gaseosa y comer un sandwich. El problema es que la mayoría de los barcitos que se encuentran por ahí no tienen baños y luego de una larga caminata la vejiga empieza a dar señales de explotar y entonces hay que buscar alguno de los pocos restrooms que están habilitados en cafés o pizzerías. Es interesante ver la cola que se forma en los Starbucks para ir al baño. Me trajo a Nueva York el cine. Por un lado la excusa de filmar algunas tomas para mi película Lejos de París, algo que siempre había pensado pero que no sabía si podría hacer. Por otro lado estar en esta ciudad es recorrer parte de cierto cine con el que crecí y con el que me formé. New York más que Hollywood representa para mi la esencia del cine de Estados Unidos. New York y París son las dos ciudades-cine del planeta. Esto podrá ser una verdad de Perogrullo, pero no deja de ser cierto. Entonces me di cuenta que estando acá puedo ir tras ciertas huellas, ciertos pasos de esos tipos (que nunca seré) a los que admiro profundamente. Pero bueno, si tuviera que elegir a un director, no me cabe dudas que el director de esta ciudad es Martin Scorsese y la película que más he visto de él y que mejor me cuenta NY creo que es Taxi Driver. Es una película que siempre puedo ver, una auténtica película moderna. No sé si es la mejor de Scorsese pero si es la que más me ha marcado en mi formación como director. Son esas películas con las que cualquier director sueña en hacer (aunque lo niegue). Hay en esa película actores que entregaban todo de manera descarnada, desde el ya consagrado De Niro hasta la niña que se transformaría en la gran actriz que es Jodie Foster. Y la cámara, esa gran habilidad de Scorsese para utilizarla. Esos recorridos por la calle 42 o por Time Square, o la escena final en donde De Niro entra a los tiros al prostíbulo para hacer una masacre que lo convertiría en el héroe americano. Ayer estuve en ese lugar, la de la escena final, me quedé un largo rato filmando esa calle, esas puertas en donde Harvey Keitel discutía con De Niro. Parecía que nadie excepto yo era consciente del pedazo de historia de cine que representaba esa calle. Y es obvio, cada esquina de NY puede representar el fragmento de una parte considerable del cine contemporáneo. Día 5 Solo quedan dos noches antes de volver y he escrito menos de lo que pensaba pero he filmado más de lo que imaginé. Hoy la cámara me funciona como lapicera, como una bic portátil. Ayer el recorrido fue nuevamente una larga caminata cargada de cine y de música, aunque la música solo estaba presente en las imágenes. Seguí la ruta turística de un típico domingo estacionándome donde el lugar común me lo exigía. Comencé en el Dakota, que en la guía de locaciones de films rodados en NY figura como el emblemático edificio del Bebé de Rosemary, una de esas películas que se pueden volver a ver una y otra vez sin que el miedo deje de aparecer aunque sepamos de memoria cada una de las escenas. Y este edificio parece que tuviera una conexión particular con lo siniestro. Luego de filmar allí una de las mejores películas de terror contemporáneo a Polanski le asesinan a su mujer y amigos en una masacre digna de los personajes que habitaban el departamento vecino al de Mia Farrow y John Cassavetes. Pero la mayoría de los turistas que se sacan fotos frente a este edificio lo hacen por otro motivo, paradójicamente también siniestro: fue allí, en ese portón de la calle 72 en donde asesinaron a John Lennon en diciembre de 1980. Recuerdo perfectamente ese día, son de esos días que no se olvidan. Ser fanático de los Beatles no era extraño para mi generación, quizás ahora The Beatles o el mismo John, han pasado a ser íconos de un momento histórico y si bien su música nunca deja de escucharse, no sé si causa la misma emoción que nos provocaba en nuestra adolescencia, cuando inclusive, ya estaban separados. Me tocó ser contemporáneo (en mis inicios musicales) a las carreras solistas de Lennon y Mac Cartney, y si bien los discos de Paul, fundamentalmente Venus & Mars y el brillante Band on the run, me parecían geniales y más sofisticados que los de Lennon, había algo en la introspección y la crudeza de John que lo volvían más íntimo, como que tocaba para mi. Paul era el beatle popular y masivo y John el beatle popular que nos hablaba individualmente. Claro que todas estas disquisiciones no son más que pensamientos estúpidos a la hora de analizar la obra de dos genios. Lo que sí es cierto es que no voy a poder olvidarme del 8 de diciembre de 1980. A la mañana del 9 volvía o iba a la escuela a esperar como mis compañeros rendían un exámen. Era el penúltimo año de mi secundaria y en los noticieros de los dos únicos canales que se veían en Rosario se pasaban las imágenes de ese famoso edificio y de la gente reunida en el Central Park cantando las canciones de John. Recuerdo que lloré, en silencio, para mi. Del Central Park caminé casi treinta cuadras hacia otra locación famosa pero menos tenebrosa. Por suerte había sol y el clima estaba propicio para el paseo. El Central Park es una especie de Parque Independencia de Rosario pero un poquito más grande, hasta tiene su propio lago pero las lanchitas son mas pintorescas las de nuestro parque. En el comiendo de la calle 58 frente al puente de Queensboro está la locación de la famosa imagen de Manhattan de Woody Allen, la misma del afiche. Llegué allí con la misma idea que cuando lo hice en la cuadra de Taxi Driver, pensando que pisaba sobre los lugares en donde se había rodado no solo una gran película sino también una imagen que con solo verla uno podía reconocer ese film y esta ciudad, algo que pocas veces sucede con una película: ser la imagen de un tiempo y un lugar con un solo fotograma. Esa síntesis solo está permitida para quienes portan consigo cierta genialidad. Estuve más de una hora retratando el lugar y buscando el punto de vista exacto de la cámara de Woody Allen, quise al menos por un momento imaginar el lugar desde donde se hizo ese plano y hasta el lente que se utilizó. El lugar tiene algunas modificaciones, es lógico, ya pasaron más de treinta años, pero esos detalles son mínimos y se puede reconocer casi con exactitud la postal de NY. Me senté ahi unos instantes y volví al hotel cansado, por primera vez en cuatro días me subí a un taxi, ya no tenía ganas de caminar y recordé las imágenes que para Lejos de Paris rodamos con el puente Rosario Victoria como fondo y homenaje a Manhattan (el film).

miércoles, 14 de marzo de 2012

NY DIARIO DE VIAJE (1)

DIARIO DE VIAJE N.Y. (1) Voy rumbo a Nueva York, casi como un arranque de capricho, casi como una necesidad de escaparme de todo por unos pocos días, casi como un lujo burgués del director o del escritor que siempre quise ser y que no me animé. Vuelo rumbo a Nueva York para escribir en el mismo hotel en donde escribió William Faulkner, voy a Nueva York para filmar algunas tomas para Lejos de Paris, para encontrarme con Rosario, mi ciudad, en la capital del mundo. Ahora estoy en el avión y mientras escribo escucho a Gershwin por Herbie Hancock, el tema apareció en mis auriculares de repente, entre las más de 1600 canciones que subí en uno solo de los tres dispositivos móviles con los que cargo. Dentro de un rato estaré aterrizando en el aeropuerto de Santiago de Chile, para esperar la conexión hacia NY. En mis viajes he conocido muchas ciudades solo desde los aeropuertos. La condición de "pasajero en tránsito" me ha llevado a estar en una cantidad de ciudades a las que solo conocí desde el cielo. Santiago es una de ellas. A las 21:40 de Chile el avión despega y por suerte este fue un vuelo sin turbulencias. El vino chileno que me dieron con la cena me sirvieron para relajarme y poder descansar una horas hasta llegar a JFK. El trámite de la aduana fue más sencillo de lo que pensé. Hace unos años, por el solo hecho de pasar en tránsito por Miami, por poco me hacen desnudar para atravesar el detector de metales. Esta vez parece que Obama es menos estricto o yo no represento remotamente ningún tipo de amenaza para los Estados Unidos. El viaje hasta el hotel duró más de dos horas en una combi manejada por Will Smith o Eddie Murphy. Yo fui el último pasajero que llevó. Pero en el hotel no me dieron el check in hasta tres horas después, así que salí a caminar tratando de recordar mi único paso por esta ciudad hace veinte años atrás y en la que permanecí apenas tres días. Evidentemente todo cambió, como yo cambié mucho en estos veinte años. Estoy parado en el mismo lugar pero en otro lugar. Camino reconociendo el norte, el sur, el este y el oeste y vuelvo a preguntarme ¿cómo y por qué llegué acá? la respuesta la escribí más arriba, pero la respuesta también me la di a mi mismo cuando la conserje me da la habitación 1587. Subo los quince pisos por el ascensor y me encuentro con un largo pasillo de un hotel construido a principios del siglo XX. Entro a la habitación y me encuentro con un gran y viejo escritorio que de un lado tiene la cama y del otro una ventana desde la que se ve el Empire State Building. Para un neoyorquino quizás esto no significa nada, pero para mi no es común dormir una semana con una ventana con semejante vista.