miércoles, 17 de abril de 2013

Double Fantasy, Mc Cartney II, El Asadito, Brisas Heladas y Biodrama (¿será demasiado?)

María Celia Ferrero y Juan Nemirovsky en Brisas Heladas

Hoy volví a escuchar viejos vinilos, tengo varios del año 1980, era mi época de DJ adolescente. Puse Mc Cartney II, que en aquellos años tenía un solo tema de difusión: "Coming Up", un hit radial y bailable. Por ese mismo año Lennon saca -días antes de ser asesinado- Double Fantasy.  John volvía al ruedo después de años de dedicarse a criar a su hijo, con un buen disco del que recuerdo todas sus canciones y seguramente se han hecho inolvidables para muchos de nosotros. Recuerdo también la comparación odiosa que se hizo sobre los discos de Paul y John. Las críticas iban en desmedro de Mc Cartney, aunque se decía que Lennon no estaba en su mejor forma, que era demasiado familiar. Las canciones hacian referencia a su Yoko y a al pequeño Sean y paradójicamente el disco de Paul está grabado en su propia casa y la foto interior del album es su hijo tirando del pijama del beatle mientras acomoda unos micrófonos.  Treinta y tres años después escucho el disco de Lennon y es un clásico inoxidable y escucho el disco de Mc Cartney y parece grabado hoy, tiene conceptos musicales que avanzan treinta años. Los dos discos superaron el tiempo de diferente manera.


El amor es como una corriente congelada que te pega en la cara. Esta es una frase que no está en la obra, pero que estaba, que la saqué porque no quería dar explicaciones acerca del título, porque los títulos no hay que explicarlos, hay que entenderlos. Y el arte o lo que se aproxime al arte también es entender o al menos intentar entender. A veces leo una nota sobre una película, un disco o una obra de teatro y el crítico parece necesitado de hacer piruetas para entender el objeto de su análisis y busca múltiples referencias para acercarse a eso que quizás no pudo comprender del todo.  Como si para analizar a Godard haya que hablar de semiótica o para escribir sobre el primer Scorsese deberíamos meternos en el análisis del catolicismo. La vinculación o el link parecería ser lo que a una obra le da entidad en estos tiempos, poder relacionarla, o encontrar el casillero donde ubicarla. La obra que no se encaja es incómoda. El otro día luego de una función de Brisas Heladas un conocido se acerca y me dice: "Esto está buenísimo es como cine en vivo" y de repente hace un mueca de preocupación como si se hubiera dado cuenta de algo y agrega "no sé si es teatro" y le pregunto ¿Te gustó? y me contesta "Me encantó, está buenísima la historia, las actuaciones y el final (hace una exclamación) ¡hasta quedé impresionado!, me movilizó, pero no sé como clasificarla" y vuelve a su rostro el gesto anterior para agregar "es que en Rosario no se ven cosas así" y se aleja meditando. Hace más de diez años, trece para ser exactos, estrené mi película El Asadito y no faltaron aquellas frases que decían "esto es teatro filmado", sin embargo nadie dudaba de su condición cinematográfica. El tema es simple, es decir: obvio
¿ 7 tipos hablando durante setenta minutos en una película es lo más parecido al teatro? o ¿una historia policial con una trama al estilo film noir con disparos reales en escena, solo es posible en una pantalla?
¿Cuál es el límite de la teatralidad o de lo cinematográfico?
¿Lo teatral se define por actores arriba de un escenario?
¿El cine se define por una proyección en una pantalla?
Pavadas
¿Puede haber un cine teatral o un teatro cinematográfico?
¿Importa demasiado como rotular un espectáculo?
Estar en un show de Madonna es como participar de un videoclip gigantesco al lado de miles de personas. Ahora bien ¿deja de ser un recital para transformarse en otro tipo de evento? ¿el concepto se modifica? ¿Importa? quizás sí para los teóricos del lenguaje, para comprender en las carreras de comunicación de que manera los soportes han extralimitado sus fronteras invadiendo los compartimentos estancos que daban la tranquilidad de que al entrar en una sala, un teatro o en un estadio, se podía saber de antemano a lo que nos enfrentaríamos. Pero el público o ese ente tan particular al que llamamos espectador avanza en su comprensión por delante de los especialistas. El goce es una particularidad que el arte provee más allá de los determinismos. Hoy el corrimiento incomoda, la posibilidad de leer estructuras dramáticas que piden prestados espacios que aparentemente no le son propios resulta fascinante.
Hace unos meses participé del taller de Biodrama que dió Vivi Tellas en Rosario y que retomaremos en unos días. En ese lugar cada uno de los que allí estábamos tiró sobre la mesa su vida privada y artística para generar una propuesta teatral que tenía tanto del documental cinematográfico como de un instalación o de lo específico de una ficción clásica. Todo valía, todo vale, el prejuicio se queda en la puerta y del lado de afuera. Hace unos años un biodrama podía estar limitado a un grupo de iniciados, hoy creo que esa misma propuesta es tan digerible por el mundillo teatral como por aquél que quiere sacar una entrada para cualquier espectáculo. Y ahí está la clave, en la idea de espectáculo, en lo que eso significa más allá de las particularidades. La televisión le ha ganado al cine en su espectacularidad y el cine necesita de una espectacularidad mayor para ser convocante y el teatro necesita nutrirse de otros lenguajes para que lo "espectacular" siga generando en el público esa fascinación de tener al actor allí en cuerpo presente y a pocos metros. Pero a veces los artificios son útiles, y la ficción una necesidad fundamental para que aquella persona que pagó una entrada salga satisfecha con esa inversión. Porque no nos engañemos, quien paga para vernos, para ver lo que hicimos es porque quiere llevarse algo a cambio, a veces solo se trata de un simple entretenimiento, otras de una posibilidad de reflexionar o pensar algo que va más allá de la propia obra, En todos los casos es válido. Y en todos los casos sin esa persona que se tomó el trabajo de ir y tomarse un par de horas de su tiempo nuestro trabajo sería inútil. Y cuando creamos quizás no pensemos en el público, no hay una idea de marketing en los creadores, pero si hay una idea de diálogo, de establecer contacto con el otro/otros, de sentir que lo que se tiene para decir es porque alguien querrá escucharlo. Y en ese proceso creador no debe haber límites, ni debe haber mezquindad, debe evitarse el encasillamiento y el miedo al riesgo. El artista que no asume riesgos se transforma en un burócrata del arte o en un simple artesano que sostiene el statu quo imperante, sea este determinado por la industria o por la propia (auto definida) vanguardia.
Lo que hay que entender es que las cosas llevan su tiempo y hay que dejar que el tiempo las haga madurar y las conserve como al mejor vino (Malbec en lo posible). Esta semana vuelven a dar El Asadito por TV. Esta película la pasan entre 6 a 10 veces por año en la televisión argentina y tengo el orgullo de haberla dirigido y sentir que el tiempo le ha hecho bien, ya nadie habla de teatro filmado, ni de falta de guión ni de tantas pavadas que se comentaron ya que no se lo podía encasillar, fue un OVNI cinematográfico como lo bautizaron en ese momento y hoy puedo  citar a  Charly: "mientras miro las nuevas olas yo ya soy parte del mar". Sin embargo a veces una nueva ola te arrastra y te lleva hasta nuevas costas y eso es excitante. Esto me sucede hoy con el teatro y con algunas películas en las que estoy trabajando. Quiero cambiar de playa y surfear en una nueva aunque no la conozca demasiado, aunque la tabla se pueda dar vueltas y haya tiburones acechando. La adrenalina del peligro a lo nuevo es lo que hace que mi vida artística tenga sentido, pensarme como alguien que comienza todos los días de cero con la certeza de no tener certezas, con la inconsciencia del que está aprendiendo de nuevo todos los días. Es así que surge BRISAS HELADAS, con esa fascinación por tirarme al vacío sin red o caerme del escenario para que el público me ataje y no deje que mi cabeza se rompa contra el piso.










miércoles, 10 de abril de 2013

Brisas Heladas / N.Y. City


Miro Brisas Heladas y se aparece Nueva York, y esta frase puede parecer extraña, absurda, simpática o hasta pedante. Pero hay una conexión que me resulta inevitable. Esa historia de los dos hermanos en ese departamento, bien podría ser un departamento del Bajo Manhattan, del Barrio Chino o Little Italy.
La cultura "americana" atraviesa la obra, la cultura popular que está metida en nuestras venas por el cine y la literatura. El pulp de las historias policiales, Gershwin y Someone to watch over me o Bowie bailando en una disco de Manhattan o el tema de LCD Soundsytem que nos sirve para verlo en su soledad a Bruno. O esa percusión que acompaña a Mabel y que nos lleva directamente a los 70 con un dejo a Saturday Night Fever y las bandas de sonido hechas por David Shire.  Otra vez la cultura pop abrazándonos. Los miro a estos personajes y los siento cerca -salvando las diferencias- de esos perdedores de Sam Shepard, de Fool for Love. También podrían ser los hermanos de la película Shame (otra vez NY), pero Mabel y Bruno no son "tan cool".  Pero en verdad la raiz de todo está en Torrentes de Amor, en esa Gena Rowlands que no encuentra su eje y busca refugio en su hermano, el último y maravilloso personaje que compuso John Casavettes. Pero las similitudes terminan ahí, mientras Torrentes ... es una historia de amor y desamor, Brisas Heladas es una historia de amor, locura, traición y muerte.
Miro Brisas Heladas y veo a Rosario en Nueva York porque la influencia del género radica ahi, en ese espacio del que nos apropiamos a pesar que en verdad se apropió de nosotros, de nuestra mirada y nuestras cabezas. NY es vintage y moderna. Brisas es moderna con un toque vintage. Tratamos de buscar una modernidad alla Mad Men. Con esa onda tan 60 pero diseñada en el siglo XXI. Y quería que algo de ese toque estuviera de cuerpo presente en la obra. Algo había que traer de allí.
El vestido que usa Mabel lo compré en Nueva York,  en la Quinta Avenida, mientras terminaba de escribir Brisas Heladas en el mismo hotel que alguna vez frecuentó Faulkner. De la ventana de ese hotel saqué las fotos que como cuadros decoran el departamento de Bruno. Pero ¿qué importa si el vestido es de una tienda de la gran manzana o las fotos son de esos rascacielos tan conocidos?  ¿Habría diferencia si el vestido es de una tienda de calle San Luis o las fotos son de edificios de la Avenida Pellegrini?
La mezcla, somos producto de la mezcla, de mirarnos en el espejo equivocado para encontrar el reflejo que nos corresponde y poder andar con tranquilidad por el camino incorrecto que nos lleva al lugar donde siempre quisimos estar. Y esa mezcla de cultura pop global con la cultura pop argie, invita a que convivan en este relato Steve Mac Queen con Mar del Plata y La Bristol o Charles Manson y Barbra Streisand al lado del niño prodigio de Odol Pregunta. Brisas Heladas es el resultado de los cruces y de el largo recorrido de la mirada y de ese camino tan particular que hace años empecé a andar y que me colocó en este lugar, tan inestable como seguro, tan fascinante como aterrador. Este lugar en el que soy feliz, escribiendo, dirigiendo y hasta animándome con la música, sin importarme la forma, el soporte. No se si se trata de teatro o de algo parecido, but I like it (Jagger dixit) y es así. Gozar, el arte es gozar, aunque no sea arte o aunque lo sea. El arte es un artificio arbitrario y antojadizo, como Brisas Heladas, pero cuando pienso en la obra el artificio pasa a un segundo lugar y lo que me queda justamente es el goce de ver los cuerpos de los actores en acción y que me trasladan a Nueva York, a Rosario o a Beirut, no importa demasiado. Porque creo que lo que allí pasa es lo que quiero ver, porque me sorprende, aunque yo haya escrito esa línea de texto. Y esa es la magia de lo que sucede en ese espacio sacro y profano, popular y culto, del que nos apropiamos sin pedirle permiso a nadie y como inconscientes nos largamos a mentirle durante una hora a cientos de personas que desean que la mentira sea tan real como los disparos en escena.