lunes, 21 de abril de 2014

EL VACIO / b sides para un futuro LDP Remix

Tomé todas las drogas, alguna vez. Amé a más de una mujer, tuve hijos, hice películas, obras de teatro, escribí algunos libros, expuse en un museo y hasta me animé con la música.
Trabajé con los mejores actores que se me ocurrió trabajar, me enamoré en La Habana mientras comía los ñoquis hechos por Francis Ford Coppola y le daba la mano a Fidel. Tuve un romance con una star internacional rodando por las calles de un pueblo francés. Escuché el sonido de una sala llena aplaudiendo algo que yo había hecho y escuché el silencio de una sala vacía que esperó vanamente la llegada de un solo espectador. Viajé y conocí muchas ciudades, aunque siempre vuelvo a la mía. Soñé y sigo soñando con ir más lejos con apostar más fuerte con encontrar el camino que siempre se nos hace más esquivo, con mirarme al espejo y seguir pensando que la juventud me persigue.
Los semáforos no saben de justicia escribió el amigo músico hace ya un montón de años, hoy los teléfonos no saben de justicia pero tampoco saben de vos.
El camarín está vacío y la desnudez del espacio no es la misma que la de ella, que la tuya. La fiesta que nunca termina es la que tengo en mi cabeza que confunde el vacío con una enfermedad letal.
La púa al lado del teclado y me animo a poner el amplificador con todo el volumen que pueda tener, total los vecinos no escuchan, las paredes, gruesas y silenciosas permiten la saturación.
Tiempos convulsionados, donde el sur está al oeste y el norte desapareció y aunque le pregunte a las cartas ellas ya no me creen o yo no les creo: el azar solo es el azar y el destino algo parecido, aunque creamos en Dios. Vivir y dejar vivir o vivir y dejar morir, como el agente 007 o como la canción de Paul. ¿Alguien recuerda el tema A Horse with No Name? Hace poco fue parte de la banda sonora de una película, pero hoy no creo que haya muchos seguidores de América, ese grupo de rock-folk - hippie romántico, con canciones de amor y otras medio lisérgicas y esencialmente naif pero muy pegadizas como Sister Golden Hair o Tin Man. Flashback a la década del 70 cuando la marihuana era de ellos y no mía, cuando pedaleaba a los 12 años en mi bicicleta enamorado de mi vecina a la que nunca besé (¿o si?) y  me despedí de mis amigos a los que volvería a encontrar décadas después en la virtualidad de una red.
La obra transcurre en Argentina pero parece Nueva York, porque la vida se vive en el lugar que -más tarde- nuestro recuerdo decidirá que transcurra y la ficción no es más que la continuación de la vida con alguna modificaciones.
Y la próxima obra vuelve a tener tu rostro y la próxima película vuelve a tener tu cara, una vez más, porque vos y tu talento son lo que escupe la pantalla o el teclado cuando le propongo escribir o sos vos lo que relata la tinta de la birome –casi en desuso- cuando intento anotar algo sobre esa pequeña libretita. Como en Betty Blue. Una declaración de amor permanente y pública, una declaración de amor con la voz que se ahoga porque no sabe de pérdidas o porque sabe perfectamente de esas pérdidas. Porque no hay que saber, solo hay que vivir y dejar vivir y que el río de amor o de sangre baje desde la colina en donde vive el loco hasta que termine su curso y pueda llegar sin volver, o retomar el camino de regreso, pero claro… sin esperar.