martes, 10 de abril de 2007

martes 3 AM


Hace un rato después de revisar el primer corte de Stanley (me entusiasma cada vez más) navegué por los variados comentarios acerca de las películas que dan en el BAFICI y a pesar de lo inabarcable que es este festival, si se leen algunas crónicas, reportajes, reflexiones y etc., se puede tener al menos una noción acerca de lo que sucede en las pantallas del Abasto.
La primera conclusión que saco es que las películas se parecen cada vez más entre sí. Cuando leo una reseña y luego la siguiente tengo que volver sobre la primera porque creo que se estaban refiriendo a la misma película y en verdad no... era otra. La moda de ciertos festivales internacionales entiendo que está asesinando al cine. Poco a poco se homogeiniza el cine transformándolo cada vez más en un producto: un producto de masas, un producto cool, un producto para cinéfilos e iniciados. El problema es que un producto está hecho solamente para ser consumido y en este sentido no hay diferencias entre Los bañeros más locos del mundo y la última novedad de Cannes. Uno está teñido de grasa lo otro de cool o falsa modernidad. Pero lo que en algún momento fue el cine de busqueda y experimentación ya se está convirtiendo en un cine de cálculo y especulación.
La segunda conclusión es que en el mundo se están haciendo demasiadas películas y si bien esto supone que más gente tiene acceso a rodar un film, también es cierto que proporcionalmente cada vez hay más bodrios, producto de la tecnología. Tecnología que democratizó el cine pero que en algún punto lo está hiriendo de muerte. Al haber tanto ¿quién dice esto es cine y esto no lo es?
Hoy ví por internet un corto de la competencia oficial del BAFICI, era una clase de natación de niños rodado en un plano secuencia de 9 minutos.
La tercera conclusión a la que llego es que a veces pienso que soy un ignorante que no entiende nada y otras veces pienso que me están tomando el pelo.

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