OTRAS PAGINAS DEL GUION

El, con una rodilla sobre la vereda y su cámara en dirección de la policía. Laura se detiene a mirarlo y él siente la mirada de ella y gira la cabeza. Se ven. Pablo sonríe, parece que el tiempo se hubiera detenido. Irina ve todo y una extraña sensación le recorre el cuerpo. En un momento todos se cruzan las miradas y entre ellos aparece un rostro, una presencia que les hace helar la sangre. En la esquina, parado al lado de un auto policial y con un brazo vendado está el mismo policía con el que se enfrentaron en la galería, el hombre parece ser un jefe que está dándole indicaciones a los otros. Laura lo ve y cree que el policía también la divisa a ella, Pablo siente lo mismo pero no sabe si es un presentimiento o los ojos de este comisario se posaron sobre las figuras de ellos dos. Pero de la misma manera que el tiempo pareció detenerse ahora vuelve a andar, unos manifestantes que vienen a la carrera escapando invaden la calle y Pablo y Laura se pierden de vista. Laura se suma al tumulto de gente, ahora intentando escabullirse de la represión policial. Pablo e Irina corren en la misma dirección. Llegan a la esquina de Córdoba e Italia, donde está el Rectorado. Allí quedan como taponados y Laura y Pablo vuelven a estar a escasos metros. Intentan avanzar, pero la policía con sus gases y disparos los hace retroceder junto a una gran cantidad de manifestantes, algunos entre los gases tiran piedras y molotovs. Quieren escapar en la dirección contraria a la que iban y ven como un pibe de no más de quince años cae con un tiro en la espalda. Un par de personas intentan atenderlo pero la policía también carga contra ellos con sus machetes. Un grupo logra sacar el cuerpo de todo ese caos. Pablo, Laura, Irina y otros miran como petrificados lo que pasa. A Laura le agarra un ataque de llanto y quiere ir contra la policía, Pablo la toma de la mano y la saca a las corridas de allí. Corren, corren, corren. La ciudad sigue en llamas en lo que se llamó “La batalla de Rosario” y luego “El Rosariazo”.