miércoles, 8 de octubre de 2008

algunas vagas ideas

A veces leer los comentarios en sitios de cine me impulsan a escribir automáticamente una respuesta o una opinión pero después me quedo pensando largo rato acerca de lo útil o inútil en que se transforma la reflexión propia sobre un tema puesta a ser considerada en un espacio en donde los impulsos y la incontención textual priman sobre el análisis profundo.
Hace poco leí un par de notas hablando de lo maravillosa que es la película Historias Extraordinarias de Mariano Llinás y también leí la crítica demoledora del último opus de Javier Torre. Ninguno de los comentarios me sorprendió: Llinás es un mimado de la crítica y Torre ha demostrado con creces ser la antítesis creativa de su padre y abuelo. Luego leo una nota en donde se exponen estos dos casos como el agua y el aceite en el cine argentino contemporáneo, dejando afuera cualquier posibilidad de existencia de matices. Se habla de conceptos y actitudes en las que nadie puede estar en desacuerdo: transparencia, comportamientos éticos, honestidad artística, etc.
Pero por momentos se mezclan los términos en una ensalada que confunde un poco y con cierta astucia y una pluma precisa se puede engañar al lector haciéndole comer gato por liebre. Creo que separar la paja del trigo es lo mejor que se debe hacer en estos casos ya que al adoptar posturas maniqueas se puede generar un enfrentamiento entre quienes pueden tener visiones diferentes del cine pero mantener una actitud ética y auténtica hacia el trabajo propio y ajeno.
Oponer el modelo Llinas vs. Torre y transformarlo en la antinomia Independiente vs. INCAA lleva a suponer que los que producen con los beneficios de la ley son una mangan de tránsfugas que hacen películas horrendas y aquellos que producen por fuera de las regulaciones del estado generan obras maestras.
El cine se hace con dinero y a nadie que produce cine le debe dar vergüenza hablar de ello. El problema no es hablar de dinero, sino hablar de lo que significa la ética en relación al dinero que se invierte en hacer una película. Y la cuestión no son los métodos de producción sino el resultado de esos métodos. Es decir el resultado de los métodos son las películas. Desde que yo recuerdo en este país se han hecho películas por fuera y por dentro del Instituto con suerte diversa. ¿Cuántos chicos hay que toman un cámara digital y filman un largometraje y lo terminan en su casa con una Pentium 4 y el Adobe Premiere? Conozco en esta ciudad (Rosario) cerca de media docena de largometrajes realizados de esa manera que no han llegado al BAFICI ni a ningún festival de la metrópoli pero se han proyectado en otros lados. Es probable que tengan el talento de Llinás o que sean tan torpes como Torre. Pero ¿Quién lo determina?
También sé de películas hechas al amparo de todas las reglamentaciones de la ley que posiblemente sean geniales u horrendas. Ahora ¿el método “in” o “out” INCAA establece la calidad de la obra o la honestidad del autor-director-productor?
Sabemos que la historia de nuestro país no se destaca por tener grandes proyectos en lo que a políticas culturales se refiere. Pero muchas veces las responsabilidades no le caben solo al estado sino también a los intérpretes de esta historia. Es decir a los directores, productores, técnicos y actores. El cine es una actividad endogámica por donde se la mire:
Cada uno en lo suyo y cuidando lo propio. Casi un slogan de la dictadura. Esto ha generado que el corporativismo de las entidades que hacen a la actividad cinematográfica vaya definiendo y decidiendo las políticas del sector pensando primero en los intereses sectoriales y no en la suma de esos intereses ni en la inclusión de los que no integran ninguna de esas entidades pero que también forman parte de la producción. En persona he vivido varios ejemplos de esto que digo aquí, a lo largo de casi veinte años. Cuando filmé mi primer largo sólo existía la DAC y era obligación estar asociado a esta entidad si se quería estrenar una película. Fue así que me asocié y ya que estaba asociado decidí participar de las reuniones porque era mi derecho y yo era un joven con muchas ganas de participar. Corría el año 1990 o 91 y se hizo una asamblea para elegir la nueva conducción y comisión directiva (cerca de 10 O 12 miembros). Entre los operaprimistas armamos una especie de lista espontánea y uno me propone para que integre la comisión ya que podía ser un representante del interior. Ante esta propuesta el siempre cortés Carlos Galettini dice: pero Postiglione no puede, vive en Rosario. Pertenecer o ser de un lugar tiene sus privilegios y sus contras. Años después en una primera reunión de lo que luego fue el PCI vuelvo a ver actitudes parecidas pero de una manera mucho más sútil, más elegante y tal vez más cool. Nadie me echó de esta reunión, me fui solo porque me di cuenta que la reunión tenia que ver con los intereses individuales de los que estaban alrededor de esa mesa y no había una mirada por afuera de ese lindo bar de Palermo (aclaro que en aquél entonces no estaban muchos de los que hoy son la conducción de esta organización).
El cine es una actividad colectiva pero los intereses son muy individuales. Esto también alcanza a la crítica que con total facilidad establece año a año nuevos paradigmas del cine que son refutados al año siguiente. Lo hoy extraordinario mañana ordinario. Esto me hace suponer tres cosas:
1 – que la dialéctica del cine es compleja, muy dinámica y genera obras desechables.
2 – que la crítica se mueve por impulsos
3 – que debo estudiar mucho más.

También hay una sensación o idea que se quiere transmitir acerca de que el cine argentino está en permanente crisis. Pero ¿de qué hablamos cuándo hablamos de crisis? Porque nuevamente aparecen las simplificaciones y las analogías con otros datos de la realidad que creo no son comparables.
El artista siempre está en crisis porque producir cine genera ese estado, aquí y en cualquier parte del mundo. Y claro está que siempre que se hable de producción cinematográfica también se estará hablando de economía y es ahí donde la realidad se cuela y vuelve a surgir la crisis pero desde otro lugar.
Soy director de cine, soy un tipo en crisis, soy un crítico de mi sociedad porque estoy en crisis. Pero los resultados de las producciones cinematográficas argentinas no siempre nos hablan de esa crisis o muy pocas veces lo hacen. Entonces es una crisis virtual.
Lo que sí está en crisis es el sistema cinematográfico y la estructura de ese sistema que debería ser reformulada y por supuesto el hecho de que en ese sistema no figura la idea FEDERAL, de un cine que sea representativo de la diversidad de miradas que tiene el país. Por fuera de Rosario son muy pocas las ciudades o provincias en condiciones de desarrollar una mirada propia desde el cine. Lo interesante de esto es que la modificación del sistema no se dará a través de un revolución sino a partir de cambios tecnológicos que generarán cambios y transformaciones culturales dirigidos a la modificación de los hábitos referidos a la mirada del público hacia la obra y la posibilidad de ser disfrutada de una manera diferente.

1 comentario:

Matias Bordione dijo...

Gustavo, coincido plenamente con el artículo y creo que esa revolución de la que hablás al final, (no se por qué en tiempo futuro), en realidad ya ha comenzado hace tiempo. No te olvides que como bien vos publicaste tiempo atrás, ya podés filmar una película con tu teléfono móvil. Un abrazo.