martes, 14 de octubre de 2008

La torre Eiffel

Estoy en la terminal de ómnibus. Mi intención era tomar un colectivo que me llevara a Buenos Aires a las 8 de la mañana o a lo sumo a las 9. Pero el feriado largo, como todos los feriados largos transforma la terminal en un caos. Dos horas de espera y solo seis asientos disponibles. Por suerte aquí hay wi fi, algo que Retiro no tiene. Me siento en un bar, pido un cortado con tostadas. Abro el diario y algunos de los tantos libros que llevo de viaje. Nunca puedo decidir que libro llevar y cual dejar. Me han ragalado varios para mi cumpleaños y tengo en lectura varios a la vez. Parece que la crisis mundial está amainando. Nunca entenderé la cara de felicidad o de desconsuelo de esos señores con teléfonos en las manos, vestidos de traje, con un cartel con un número colgado en su saco y que siempre miran para arriba, fuera de cuadro hacia una pizarra llena de números. Nunca voy a entender como esos tipos pueden manejar los resortes del mundo con solo dar la orden de comprar o vender por sus celulares. La lectura de los diarios desemboca en unos de los libros que llevo en mi bolso: La Torre Eiffel de Roland Barthes (regalo de María Elia). Casualmente me encuentro con un capítulo dedicado al cinemascope, algo que me interesa particularmente. Días de Mayo se proyectará en cinemascope y si bien durante toda la película fui pensando cada uno de los encuadres en función de este formato, para mí seguirá siendo una incógnita el resultado hasta tanto lo vea proyectado en una sala.
Transcribo algunas de las palabras de Barthes.

"El ensanchamiento de la imagen hasta las dimensiones de la visión binocular ha de transformar fatalmente la sensibilidad interna del aficionado al cine ¿En qué sentido? La fronatalidad, extendida, se acerca al círculo, es decir, al espacio ideal de las grandes dramturgias. Hasta aquí, la mirada del espectador era la de un yacente subterráneo, amurallado en la sombra, que recibía el alimento cinematográfico más o menos como un desfallecido al que se nutre pasivamente con una sonda o una pipeta. Aquí, la posición es muy distinta: estoy en un inmenso balcón, me muevo cómodamente entre los límites del campo, recojo libremente lo que me interesa de él; en una palabra, empiezo a estar rodeado y a sustituir mi sensibilidad larval por la euforia de una circulación igual entre el espectáculo y mi cuerpo."

2 comentarios:

kiki dijo...

wow! quiero ese libro. hasta el jueves gustavo, un beso.-

Ro Luna dijo...

Yo tb estar en capital y tb leer barthes...en este caso, "el placer del texto".
Me lo compre en el ateneo gran splendid, av, santa fe... una experiencia maravillosa, me pase una mañana entera dentro de esa libreria.
Y si, me compre 3 libros, uno de barthes, uno de eco y uno de paul auster....intentare leerlos en simultaneo, es algo que nunca hago, pero que puede resultar placentero. Siempre me pregunte como lo hacias, cuando te veia sentado en la mesa del bar de la facu antes de entrar a clase con 5 libros arriba de la mesa. Besos Gus!