viernes, 26 de marzo de 2010
el principio de algo (parte XXX)
viernes, 19 de marzo de 2010
Aportes a una vieja discusión

El cine argentino, atrapado entre la industria y una dudosa modernidad
País que necesita de las antinomias, país que computa cada derrota ajena como logro propio, país cargado de resentimientos inauditos, país que se mueve a partir de las contradicciones y de aplicar el espíritu y la revancha deportiva a cualquier cosa. País de vencedores y vencidos o de perdedores y perdidos.
Ahora al ganar un Oscar (¿quiénes? ¿nosotros? No, el Oscar es de Campanella) la antinomia pasa por Cine industrial vs. Cine independiente, antinomia falsa como la mayoría de las que se quieren imponer desde los medios o desde la paranoia de quienes creen que la película de Campanella va a echar por tierra todo el cine independiente. Entonces ,aparecen los falsos profetas, los pronosticadores (a lo Carrió) de una hecatombe o los que quieren vengarse (¿por qué?) de aquellas pobres películas que los hicieron dormir en una butaca pero que a pesar de ello ganaron premios o tuvieron buenas críticas.
Y si leemos cada una de esas notas y/o diatribas, en el fondo no dicen nada diferente. Cada uno defiende su quinta, su espacio o mejor dicho su gusto cinematográfico, algo tan variado que es imposible de encasillar en una o en miles de categorías. Por un lado, los que reclaman que ahora se hagan películas como El secreto de sus ojos, desconocen que con esa impronta, con ese tipo de relato, con esa intención industrial, se hacen decenas de películas por año en
En este punto estamos empatados, hay tantas películas autorales fallidas como con intenciones comerciales fallidas. La diferencia está en que el éxito de taquilla de una buena película industrial tapa el bosque lleno de esos otros fracasos realizados con la misma fórmula. En cambio, el reconocimiento para el cine de autor o independiente por lo general no tiene su correlato en la taquilla y pareciera que la medida del dinero es lo único que cuenta, más allá que el 90 por ciento del cine argentino (industrial o independiente) no genera ganancias y está bien que así sea porque es una actividad subsidiada. Sin subsidios el cine argentino desaparecería. Y creo que lo importante es separar la paja del trigo ya que el cine en nuestro país históricamente ha tenido dos o tres líneas en cuanto a su mirada, su estética y su manera de producir.
El cine industrial concebido como un cine popular es necesario ya que sostiene parte de la industria en todo sentido (fuentes de trabajo para actores y técnicos, recaudación en taquilla, diálogo con el público masivo, etc.). Pero los “otros cines” o el llamado “cine independiente” también forman parte indisoluble de nuestra historia cinematográfica y no solamente desde los años '90: un cine de búsqueda, de innovación o que simplemente esté a medio camino entre la tradición y la modernidad. Este cine es el que -más allá de los muchos o pocos tickets vendidos- nos propone nuevas miradas que también son un espejo de nuestra identidad. En estas discusiones encontramos que en el fondo se intenta debatir cual es el cine necesario, ¿podemos decir que hay un cine necesario? o ¿podemos plantear que hay un cine que sirve y otro que no sirve?
Cada uno de nosotros tiene una concepción alrededor del cine que le gusta y del que quiere hacer. Pero si podemos asegurar que el cine de un país es el reflejo más cabal de la identidad de ese país, es justamente en la diversidad en donde mejor se puede apreciar lo que somos. Y en este punto es donde encuentro mi mayor discrepancia con los fundamentalistas del “cine industrial a la americana”. Quienes plantean que ese es el camino a seguir -y muchas veces lo hacen escondidos detrás de cierto progresismo populista- no hacen más que agachar sus cabezas y ofrendar sus traseros a Hollywood, es como decir: ya tenemos la guerra perdida, narremos como ellos, utilicemos sus técnicas, establezcamos criterios y métodos de producción como ellos y de esa manera entraremos en la verdadera industria y seguirán lloviendo Oscares sobre nosotros.
Pero también tenemos la soberbia de cierta crítica y de algunos realizadores que escudados en un reconocimiento que desconoce los cuestionamientos se erigen en una especie de vanguardia esclarecida pero con discursos y estéticas teñidos de una falsa modernidad que esconden un pensamiento conservador cercano a la tradición iluminista de la cultura burguesa argentina. Estamos frente a una encrucijada que tiene pocas puertas de salida. No hay matices, otra vez las antinomias y la imposibilidad de pensar en un cine que sea una síntesis superadora de los existentes.
miércoles, 17 de marzo de 2010
lunes, 8 de marzo de 2010
Hollywood, domingo pasadas las 0 horas o lunes cerca de la una de la mañana
lunes, 1 de marzo de 2010
algunas ideas sobre material de (mi) Historia Argentina
Ahora y cuando me disponía a escribir (mi) Historia Argentina, más allá del entusiasmo que me provoca este tipo de aventura, lo que siempre me dió vueltas en la cabeza era la idea de alejarme de cualquier lugar cercano a la postura solemne, a la mirada políticamente correcta o a la resolución más sencilla desde lo narrativo y la producción. Al ser un cortometraje metido entre otros 24 cualquier paso en falso es mucho más disimulable que cuando nos exponemos en la soledad de una película de largometraje. Pero cada vez que me enfrento ante una película siento que estoy ante un desafío nuevo, casi como si fuera una primera vez. A veces las películas son exámenes que me voy tomando a mi mismo. Cada película que queda atrás la miro con mucha autocritica y siento que el paso siguiente debe ser lo suficientemente distinto como para que esa autocrítca no lo afecte. Lo mismo sucede en cada paso de la producción. La idea que me generó (mi) Historia Argentina se modificó durante el rodaje. Muchas de las situaciones e imágenes que tenía previstas cambiaron radicalmente pero sin perder el sentido inicial. Y ahora que me enfrento a ese material siento que nuevamente debe haber una transformación de aquella idea inicial, como una traición hacia mi planteo original. Pero una traición en términos de forma y no de contenidos. Y en esa transformación es en donde vuelve a aparecer la idea de buscar lo propio y evitar caer en los lugares comunes o en ciertas ideas remanidas. 

