lunes, 19 de abril de 2010

Diario de viaje - Chicago

Ezeiza es un caos, la nube de Islandia que cubre Europa retrasó todos los vuelos que van hacia el viejo mundo. La cola de gente es inmensa. El avión está lleno pero por suerte consigo pasillo, es menos traumático. En primera clase creo ver a un cantautor de pop rock, pero básicamente melódico, con una remera de Led Zeppelin. Tipo petiso, con panza prominente, gorrita, barba casi candado y entiendo que mal vestido como gran parte de los poprockeros que han pasado hace un tiempo los 40 años.

On flight, llegando a Dallas, con retraso.
Estuve aquí, en este mismo aeropuerto, hace 18 años, camino a un festival de cine latino en San Antonio, Texas, cuando Ginobili no tendría más de once o doce años.

Pero ahora voy hacia otro festival, latino también, pero en Chicago.

Los aviones me resultan cada vez más incómodos, no sé si antes (podríamos llamar en mi primera juventud) el hecho de subirme a un artefacto de estos me provocaba una felicidad que me hacía olvidar de las contracturas ocasionadas por estos asientos más pequeños que los de un ómnibus de media distancia. Pero puede ser que con el correr del tiempo (y habiendo entrado en la recta final de mi segunda juventud) y debido a querer reducir los costos, las compañías aéreas hayan aumentado el número de asientos en sus aviones condenando a las personas de piernas largas (como yo) a un calvario que oscila entre las 10 y las 14 horas de vuelo (de acuerdo al destino).

En Dallas pierdo la conexión con Chicago, ya que el avión llega tarde y hay que sacarse, zapatillas y cinturones para poder pasar el control de seguridad. Yo tengo que volver a pasar todas mis pertenencias ya que la netbook la había dejado dentro de un bolso, me olvidé que ese tipo de equipos debe ser pasado de manera individual.

El aeropuerto de Dallas es uno de los más grandes del mundo. Una especie de tren bala me lleva hasta la puerta en donde vuelvo a embarcar ahora sí hacia Chicago. En el camino lo volví a ver al músico de canciones melódicas populares, se me ocurre que debe haber ido camino a Los Angeles, si no me equivoco su apellido es Lerner.

No conozco Chicago y creo que el mayor atractivo de este viaje es conocer la ciudad, más allá del Festival. El cine es una buena excula para llegar a lugares que por mis propios medios no lo haría o no lo podría hacer. Tal vez el cine siempre sea una excusa para los cineastas. Atrás de las películas siempre se esconden muchos deseos, pero que solamente son posibles de concretar con la existencia de un film.

Si Rosario es la Chicago argentina, Chicago ¿será la Rosario de Estados Unidos?

Después de 26 horas (desde que salí de mi casa) llego a destino. Un flaco del festival me está esperando y partimos en su camioneta por una autopista hacia el hotel.

Media hora después estoy comiendo en un restaurante peruano junto a la multiétnica concurrencia latina.

A las 18:15, en apenas un par de horas presentaré Días de Mayo.

2 comentarios:

francisco pavanetto dijo...

existe chicago??!

(las fotos no son suficiente prueba).

abrazo latino.

musicadesala dijo...

No creo que sea Lerner... pienso que era Teller

Buen viaje y Lo mejor para Días de Mayo!!