viernes, 29 de octubre de 2010

POR VENIR

Llegué a la plaza, pero llegué tarde, el ómnibus tardó más de lo previsto y yo tuve un problema con mi impresora antes de salir de Rosario y también tardé más de lo previsto. Así funciona el azar o el destino. En la plaza quedaban las señales inconfundibles de lo que vi por televisión. La gente ya se había dispuesto por las calles esperando para acompañar la larga procesión al aeropuerto. Un mar de corona de flores en la puerta de la Rosada. Carteles, banderas, papeles con mensajes y la más variada cantidad de ofrendas que uno pueda imaginar. Quedaba un pequeño grupo que esperaba la salida del cortejo luego de que la banda de los granaderos le diera la despedida. La imágenes que siguieron las vi por televisión en distintos bares de Buenos Aires, las que más me impresionaron fueron dos: Un plano de la gente corriendo detrás del auto que llevaba a Kirchner, parecía una coreografía, mujeres y hombres llenos de dolor pero también de la pasión que genera saberse parte de un momento histórico tan particular, tan distinto. La otra imagen fue la de Cristina, caminando sola, sosteniendo su paraguas negro, acompañando el ferétro antes de subir al avión. Era un encuadre muy cinematográfico que bien podría ser el final de una gran película. Pero también podría ser la primera imagen, potente de un gran film por venir. Y creo que en esto se diferencia este velorio de un político de los demás velorios de otros políticos. Para Perón, para Alfonsin, la muerte era el lugar inevitable al que estaban a punto de llegar cuando les tocó. A Perón le llegó en medio de su presidencia, pero el destino de su política estaba demasiado jaqueado por otros poderes: La triple A comandada por su hombre de confianza, la retirada de su  brazo juvenil, la amenaza permanente de un nuevo golpe militar. A Alfonsín le llegó cuando su vida política transitaba por los homenajes y no por su incidencia en la sociedad. Pero la muerte a Kirchner le llega cuando deja plantada las bases de lo que puede ser el futuro de este país. La muerte de Kirchner no cierra un ciclo sino que abre la profundización de lo que comenzó. Por eso mismo había tanta gente joven en la calle y tanta gente humilde: los excluídos de la política de los últimos veinte años. Pasada la primavera alfonsinista, los jóvenes desaparecieron de la política en el país y los pobres, los humildes siguieron siendo más pobres y más humildes. Hoy, pese a que algunos les moleste, son estos sectores, fundamentales para sostener un proyecto politico quienes están a la vanguardia del futuro modelo. Pareciera que el mito del héroe que se sacrifica por sus ideas funciona aquí con precisión: hizo falta una muerte para reconocer la grandeza, hizo falta una muerte para darse cuenta de que en poco más de seis años se hicieron más cosas para el país que en los últmos veinticinco años de democracia. Un medio -que al menos hasta hace un par de días era un gran opositor- publica que Cristina tiene hoy más del cincuenta por ciento de aceptación popular. La hipocresía está a la orden del día. También los retrógrados siguen trabajando infructuosamente aceverando que si bien fue mucha gente a despedirlo a Néstor, también fue mucha gente a la plaza de Galtieri o a los actos de Hitler. Siguiendo con este razomamiento podríamos pensar que Arjona también ha convocado mucha gente y un River-Boca seguramente lo hará. Pero se trata de otra cosa, hoy se trató de la gente en la calle, la verdadera gente, el pueblo, palabra que ha quedado olvidada en nuestro lenguaje, ya no estamos acostumbrados a que desde nuestra boca se pronuncie este término: PUEBLO. Y es este pueblo en la calle lo que los medios (aunque quieran) no pueden oculta, porque este pueblo es el que está marcando el camino de un país por venir, y espero que ese por venir sea lo que estamos soñanando desde hace muchos años.

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