miércoles, 14 de marzo de 2012

NY DIARIO DE VIAJE (1)

DIARIO DE VIAJE N.Y. (1) Voy rumbo a Nueva York, casi como un arranque de capricho, casi como una necesidad de escaparme de todo por unos pocos días, casi como un lujo burgués del director o del escritor que siempre quise ser y que no me animé. Vuelo rumbo a Nueva York para escribir en el mismo hotel en donde escribió William Faulkner, voy a Nueva York para filmar algunas tomas para Lejos de Paris, para encontrarme con Rosario, mi ciudad, en la capital del mundo. Ahora estoy en el avión y mientras escribo escucho a Gershwin por Herbie Hancock, el tema apareció en mis auriculares de repente, entre las más de 1600 canciones que subí en uno solo de los tres dispositivos móviles con los que cargo. Dentro de un rato estaré aterrizando en el aeropuerto de Santiago de Chile, para esperar la conexión hacia NY. En mis viajes he conocido muchas ciudades solo desde los aeropuertos. La condición de "pasajero en tránsito" me ha llevado a estar en una cantidad de ciudades a las que solo conocí desde el cielo. Santiago es una de ellas. A las 21:40 de Chile el avión despega y por suerte este fue un vuelo sin turbulencias. El vino chileno que me dieron con la cena me sirvieron para relajarme y poder descansar una horas hasta llegar a JFK. El trámite de la aduana fue más sencillo de lo que pensé. Hace unos años, por el solo hecho de pasar en tránsito por Miami, por poco me hacen desnudar para atravesar el detector de metales. Esta vez parece que Obama es menos estricto o yo no represento remotamente ningún tipo de amenaza para los Estados Unidos. El viaje hasta el hotel duró más de dos horas en una combi manejada por Will Smith o Eddie Murphy. Yo fui el último pasajero que llevó. Pero en el hotel no me dieron el check in hasta tres horas después, así que salí a caminar tratando de recordar mi único paso por esta ciudad hace veinte años atrás y en la que permanecí apenas tres días. Evidentemente todo cambió, como yo cambié mucho en estos veinte años. Estoy parado en el mismo lugar pero en otro lugar. Camino reconociendo el norte, el sur, el este y el oeste y vuelvo a preguntarme ¿cómo y por qué llegué acá? la respuesta la escribí más arriba, pero la respuesta también me la di a mi mismo cuando la conserje me da la habitación 1587. Subo los quince pisos por el ascensor y me encuentro con un largo pasillo de un hotel construido a principios del siglo XX. Entro a la habitación y me encuentro con un gran y viejo escritorio que de un lado tiene la cama y del otro una ventana desde la que se ve el Empire State Building. Para un neoyorquino quizás esto no significa nada, pero para mi no es común dormir una semana con una ventana con semejante vista.

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