jueves, 8 de agosto de 2013

ESTA OTRA CIUDAD, EL AIRE QUE HOY RESPIRAMOS


Es cierto que la ciudad te mira, que la ciudad te construye.
Hoy Rosario nos confronta, nos desafía, como si esas historias de ficción se hicieran realidad en el lugar en el que nadie hubiera querido pensar.
No sentí el cimbronazo, no escuché el ruido y estoy a 8 cuadras. Tardé en darme cuenta, un par de llamadas telefónicas y luego la televisión y la sorpresa que aumentaba con las horas que pasaban. 
Viví 10 años a media cuadra de ese lugar. Tomé mates y cerveza en uno de esos departamentos.
Camino 2 o 3 veces por semana por esas veredas.
La sensación de haber estado ahí, de pensarnos parte y de que el aire se respira hoy de otra manera.
Ayer, hoy, pasé cerca, pero no mucho.
Hoy, ahora, parece que lo que hacemos tiene otra densidad
Rosario tiene eso, la escala humana, esa idea de que todos nos conocemos aunque no nos conozcamos. Las fotos, los rostros nos resuenan en la cabeza, creemos haberlos cruzado y seguramente lo hemos hecho, porque la distancia entre ellos y nosotros es ínfima.
Tengo un plano en mi película Lejos de París, un travelling desde arriba de un auto por Salta cruzando Oroño hacia Balcarce, el plano se corta exactamente cuando está por pasar por ese edificio. Boludeces. Un hueco gigante, la Zona Cero decían unos medios, y los vínculos no podían dejar de remitirnos o otras zonas cero pero la cercanía nos marca y nos conmueve con otra intensidad.
Miro la tv y no entiendo por qué justamente hoy hay programas de humor y estúpidos a la media noche. 300 km son suficientes para que la piel no sienta lo mismo.
Ninguna tragedia es mayor o menor, solo son tragedias pero no me gusta verlo al analista policial de la teve porteña hacer elucubraciones sobre culpabilidades o responsabilidades. ¿Qué sentido tiene? y entonces todo se vuelve vulgar, todo cae en la bolsa del morbo, de estadísticas, de cuerpos encontrados, de muertos no declarados o de sobrevivientes milagrosos.
La sensación de finitud, de una tristeza que evidentemente no tiene fin aunque en unos días podamos salir a un bar y emborracharnos o festejar cumpleaños o el triunfo de un equipo de fútbol. 
Una fuerza misteriosa cayo sobre esta puta ciudad, como si Bane con su máscara hubiera atentado contra nuestra ciudad gótica. Pero no, no hubo terroristas ni archivillanos a quienes echarle culpas. No, hemos sido nosotros los que atentamos contra nosotros. Un gasista y su impericia, un conductor de trenes que se queda dormido, un imbécil que prende una bengala. No tenemos los villanos al acecho, pero tampoco tenemos los súper héroes que estén atentos a salvarnos. Solo estamos nosotros, con este sabor raro y extraño que llevamos puesto desde hace dos días y que no podremos olvidar.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente... comparto totalmente con vos y es inmensa la tristeza

Micaela Ferreyra dijo...

#fuerzarosario.

Anónimo dijo...

Algo se quebró dentro nuestro con este evento... como una acalorada pérdida no pensada ni querida pero desafiantemente inevitable. Abrazo Gus. Marce Serra

Anónimo dijo...

Pusiste en palabras lo que siento y no puedo expresar. Gracias!