viernes, 14 de noviembre de 2008

mardel 5

Mar del Plata está lleno de gente, en realidad está lleno de pibes que vienen a unos juegos deportivos provinciales. Dicen que son como 35.000 y por la cantidad que se ve caminando por las calles pueden ser muchos más. Los hoteles están repletos. No solo hay festival de cine y juegos deportivos sino también Copa Davis en pocos días. Ayer hubo 30 grados y las playas del centro parecían los hormigueros típicos del verano. Sin embargo en las salas de cine no hay demasiada gente, algo que llama la atención teniendo en cuenta las concurrencias masivas de años anteriores. Algunos dicen que es el cambio de fecha, otros responsabilizan a la crisis económica mundial, otros a la progamación y hay quienes dicen que no se lo ha cuidado lo suficiente al festival y hasta hay rumores de que corre riesgo su continuidad. Por lo pronto sigo con mi tendencia francesa, dos noches seguidas en el cine Ambassador: El Samurai de Melville y volver a visitar una película que me retrotrae a mi infancia, pero no sé si porque la ví cuando era chico o porque el rostro impávido de Delon caminando por Paris y subiéndose a esos típicos Citroen íconos del cine francés de los 60/70n están grabados en parte de mi historia.
Ayer a la noche reincidí en el Ambassador pero esta vez para ver lo último de Agnes Varda: Les Plages d'Agnes. Esta señora de 80 años respira cine por todos lados en este documental autobiográfico y emotivo. Por momentos se torna un poco largo y también se acelera cuando tenemos ganas de saber más. Pero ver a esta mujer con tanta fuerza y energía y con las ideas tan claras es envidiable y cualquier crítica se torna irrelevante.
Luego de la proyección seguimos hablando en un bar -con Quintin, Flavia, Diego Lerer, Jorge Bernardez y el crítico uruguayo Jelinek- acerca de Varda, de lo bueno/malo de los festivales argentinos, de los cineastas unitarios y de los federales, de los jubilados que vienen al festival y del costo de la luz.

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