lunes, 7 de marzo de 2011

naufragando



El niño tiene 3 años y ayer fue consciente de la existencia del Carnaval, aunque esto no haya sido un gran descubrimiento. Vió gente tirándose con espuma por la calle y pidió comprar un aerosol. No dejó de apretar el botón de la nieve de jabón contra mi ropa. Vió gente disfrazada y pedía a gritos uno de los disfraces que dejamos en el ropero. Por suerte regalaban antifaces y un pequeño amigo le prestó una careta de Batman. Disfraces y espuma, pero faltaba algo: la música. Homero y sus Alegres lo hicieron bailar sobre mis hombros utilizando mi cabeza a modo de tambor. La Isla de los Inventos. De repente me encontraba en el medio de ese festejo bailando ritmos tropicales al son de un niño. Dije que tiene 3 años y que fue consciente del carnaval. Yo tenía un poco más de tres años cuando  y Los Náufragos ya existían: De boliche en boliche, Yo en mi casa ella en el bar, Quedate piola Vicente, Zapatos Rotos, Otra vez en la vía, Estoy hecho un demonio. Canciones populares ¿pop trash? simples, elementales, un poco bizarras, pero que funcionan perfectamente en un Carnaval. Y allí estaban ellos o lo que quedó del naufragio, tocando la lista de hits y yo observándolos con más de cuatro décadas de distancia. Miro a mi alrededor y los que bailan, los que festejan no es una barriada popular, son caras conocidas: sectores medios, actores, periodistas, estudiantes universitarios, gente progre. Estoy en un Carnaval cool escuchando a Los Náufragos con mi hijo a caballito saltando con la música. It's only pop retro, but I like. Son casi las 2 de la mañana y la banda sigue tocando. ¿Estoy en el lugar que tengo que estar? Hace un tiempo no me hubiera imaginado allí. A veces está bien ser eso que a veces no queremos ser. El pequeño no se va a olvidar del día que conoció el Carnaval y yo tampoco me voy a olvidar del día que me reencontré con esta fiesta cuasi pagana que alguna vez llegué a detestar. Pero pienso en el carnaval y aparecen imágenes confusas: Yo pequeño, los corsos en una ciudad que no se si es Buenos Aires, Rosario, Santa Fe o Corrientes. Mucha gente y hasta es probable que también haya estado a caballito. Pero puede ser mi imaginación. Por fuera de este recuerdo, verdadero o inventado, el carnaval solo existe para mi por las bombitas de agua o por las imagenes que por tevé vemos de Río de Janerio o Gualeguaychu. El chico me abraza, le propongo volver a casa, pero él -a punto de dormirse- dice que se quiere quedar un rato más. El rato es corto y queda dormido y abrazado al aerosol que lanza espuma. Nos vamos yendo y en el camino saludo por enésima vez al Sapo Pepe, a una amiga vestida de diablo y a otros amigos que trabajan allí como entretenedores de niños. Esperamos un taxi. Las calles están pobladas. La gente sale, es un día de salida, víspera de feriado. Me siento bien, no quiero estar en otro lado

1 comentario:

coki dijo...

Ja,entre al blog que no sabia que tenias buscando una cosa de tremendo amanecer y no pude dejar de leer lo del carnaval porque nos tuvimos que ir de la fiesta cuando aparecio el sapo pepe ya que anto lo odia,nosotros vimos catunga y me paso todo lo que contas, pero te aseguro que los dos solos eramos felices mojando gente y bailando,un abrazo,coki